¿Para qué sirve la lengua?

 

La lengua es una de las partes de nuestra estructura oral. Es una entidad dinámica, con una anatomía muy compleja, formada por diferentes músculos y con una gran fuerza. Tiene muchas características que afectan a nuestra vida diaria y en las que quizás nunca te hayas parado a pensar.

Tiene una influencia directa en todas las funciones del sistema estomatognático:

  • En la respiración, su posición marcará el modo respiratorio predominante.
  • En la succión, es la que nos da el soporte para poder succionar tanto del pecho materno como de los biberones.
  • En la deglución, será un elemento clave para dar estabilidad y poder realizar los movimientos adecuados para tragar con seguridad y eficacia.
  • En la masticación, posibilitará realizar los movimientos de lateralización necesarios para llevar a cabo una masticación bilateral y alternante.
  • En el habla, nos proporcionará el punto y modo articulatorio correctos.

Es imprescindible para notar, diferenciar y disfrutar de los distintos sabores.

Además, es un hidrostato muscular, lo que significa que es cilíndrica, su volumen es constante, tiene soporte propio y puede realizar un gran número de movimientos.

También desempeña un papel relevante en el crecimiento oral. Hay que tener en cuenta que en la etapa embrionaria, lengua y mandíbula tienen una relación muy estrecha.

 

La posición de la lengua

 

Su posición será relevante durante el crecimiento y también en la etapa adulta, ya que siempre que estemos en reposo, su posición debe ser en contacto con las rugas palatinas y sin ejercer presión. Para asegurarnos de que lo hacemos correctamente, debemos imaginarnos que estamos pronunciando la letra /n/. Esta posición de la lengua favorecerá la respiración nasal, el buen desarrollo del paladar y de las arcadas dentales.

Una posición adelantada de la lengua puede favorecer una respiración oral, provocando alteraciones en la oclusión. También puede influir negativamente en la realización de funciones como la deglución, la masticación o el habla.

Uno de sus puntos de anclaje es el frenillo lingual, que debe observarse con atención desde el nacimiento del bebé, ya que una alteración en él puede generar dificultades en distintas funciones orales o en el desarrollo oral, entre otros aspectos. Es importante tener en cuenta que una limitación en el movimiento del frenillo puede condicionar cómo respiramos, tragamos, comemos o hablamos.