¿Qué es la disfemia?

La disfemia es un trastorno de la fluidez del habla que afecta la capacidad del individuo para comunicarse mediante el lenguaje oral. Se caracteriza por una expresión verbal con interrupciones en el ritmo, de manera más o menos brusca. Especialmente, con repeticiones de sonidos, palabras o frases, prolongaciones, bloqueos o pausas fragmentadas. Estas alteraciones aparecen en el habla de forma involuntaria y con una frecuencia inusual.

¿Cómo detectar la disfemia infantil?

En el desarrollo normal del lenguaje, los niños y niñas entre los 2 y los 5 años pueden presentar episodios de disfluencias. Por ejemplo, repetir sílabas o palabras, hacer vacilaciones o volver a empezar la frase que quieren decir. Sin embargo, esto no ocurre siempre que hablan y puede durar unos meses, con más o menos intensidad, desapareciendo de forma espontánea. En esta etapa de desarrollo lingüístico, los niños y niñas están en un período de integración y organización del lenguaje. Por lo tanto, todavía no existe una buena fluidez en el habla. En cualquier caso, es importante estar atentos y observar si esta conducta persiste. Si se observan esfuerzos evidentes para decir una palabra, miedo a hablar o aparecen movimientos asociados al habla, en la cara o en el cuerpo, será necesario consultar con un/a logopeda.

¿Qué puede hacer la familia?

La familia juega un papel muy importante en el tratamiento de la disfemia infantil. Para empezar, es fundamental que los adultos no muestren desaprobación hacia la forma de hablar del niño o niña, ni actitudes de sobreprotección, preocupación o ansiedad. Asimismo, es importante encontrar momentos para realizar actividades de forma relajada donde surja la conversación de manera espontánea. También se debe procurar ofrecerle un modelo de habla adecuado a su edad, utilizando un lenguaje claro y comprensible, y manteniendo un clima de confianza y seguridad.

A continuación, se exponen algunas pautas que pueden ayudar a mejorar el habla y la comunicación de los niños y niñas con disfemia:

  • Hablar de forma más lenta, bajando la intensidad de la voz.
  • Utilizar un lenguaje sencillo.
  • Evitar interrumpir su discurso.
  • No terminarle las palabras ni las frases.
  • Darle tiempo para contestar preguntas.
  • Respetar su turno de palabra.
  • Mirarle a la cara manteniendo el contacto visual cuando se produzcan bloqueos.
  • Centrar la atención en lo que dice, no en cómo lo dice.
  • Repetir lentamente lo que dice el niño o niña. No corregirlo.
  • Evitar decirle que respire o que se calme.
  • Transmitir calma y tranquilidad con nuestra actitud.
  • Reducir nuestro nivel de exigencia respecto a su comunicación.
  • En niños y niñas mayores, hablar abiertamente del tartamudeo, ayudarle a reconocer en qué momentos y situaciones le ocurre más.
  • Poner palabras a sus sentimientos y frustraciones.
  • Hablar de las dificultades de forma positiva.

Fuera de casa

La escuela debe estar informada de las dificultades comunicativas que pueda tener el alumno o alumna que tartamudea. Los niños y niñas pasan mucho tiempo en este entorno y realizan muchas actividades que requieren del uso del lenguaje y la interacción. Esto puede dar lugar a situaciones en las que su forma de expresarse y la respuesta del entorno generen angustia y frustración. Como consecuencia, pueden aparecer conductas de evitación del habla y de la interacción con los demás.

Es importante que el/la maestro/a mantenga contacto con la familia y con el profesional que lo/la atiende. Será necesario recibir orientación y conocer qué estrategias y pautas se pueden seguir para favorecer una buena integración del alumno o alumna en el aula.